sábado, 16 de octubre de 2010

El Arte de Callar y Escuchar con el Corazón.


Cuando no tienes las palabras necesarias y oportunas.
Cuando temes perder al decir lo que no quieres.
Cuando quieres probar si aquella alma es capaz de leer la tuya.
Cuando no tienes valor para expresar lo más hermoso dentro de ti.
Cuando no puedes decir "no".
Cuando sólo quieres alejarte sin dejar que alguien te comprenda.
Cuando quieres decir a esa persona que la necesitas, pero que sabes que nunca estará contigo.
Cuando no quieres dar libertad al "amor de las palabras".
Muchas veces basta una mirada. Una mirada sostenida. Los ojos sobre los ojos del otro.
Adivinar el significado de los brillos, leer el futuro inmediato mas allá de la pupila, quieren decir muchas cosas, pero aguántate las ganas. Aprieta los labios.
Permite que las ideas circulen pero que se queden adentro.
Alarga el espacio entre las preguntas y las respuestas. Deja que los músculos se dibujen en el rostro.
Espera una señal de alerta. Fuerza la respiración. Juega con las manos, lentamente, cerca de la boca.
Piensa que el otro piensa. Analiza. Espera.
Se guarda silencio por pudor, por respeto, por dolor, por el dolor que es incapaz de convertirse en llanto.
O cuando el llanto se agota, y agota al que llora. También se guarda silencio por temor, cuando resbala un plato de la mesada de la cocina, y los que escuchan el estruendo imaginan lo peor.
Silencio después del estruendo. Después de la agonía, del orgasmo, del choque, del disparo.
Habría que aprender a callar sin otro motivo que la propia voluntad.
Callar para escuchar. Callar para mirar. Callar para aprender. Callar para callar.
Callar, para convertir el silencio en un cómplice. Para saber si el eco existe.
Callar, porque no todo lo que nos conviene escuchar nos lo dicen al oído, con la intimidad de una confesión, con el volumen de un grito, con el acento de las grandes revelaciones.
Callar, para comprender que el silencio es el antifaz de los sonidos más hermosos.
Habría que aprender a callar y hacerse amigo del silencio para que no nos sorprenda en la tumba.

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