domingo, 17 de octubre de 2010

Entre Leones


La leona se acerco también y quedo justo enfrente de león, curiosa comenzo a olerlo maravillada con el pelaje del extranjero, el león por mientras se quedo quieto sorprendido por sus palabras sintiendo que la leona estaba en medio del ritual mas importante que el haya visto y del que ahora era parte. Ella comenzó con la nariz del león, luego paso a sus orejas, por el hocico, por el lomo y por sus patas cansadas, hasta que finalmente descubrió que lo amaba, no lo amaba desde que lo vio, ni desde que sintió su olor, sino desde que las estrellas nacieron y desde que sus almas fueron puestas en el mundo. Lo amó con la nobleza de los animales y con la inocencia de la naturaleza, con la fuerza de los vientos y con la tranquilidad del agua sobre la hierba. La leona dio unos pasos atrás y se quedo observándolo, sus orejas puntiagudas, el pelaje amarillento, la cara solitaria, la sonrisa aleonada y los ojos tristes y le pareció que todo era perfecto.
La leona se quedo observándolo unos segundos más antes de que el león motivado por eso que por fin había encontrado saliera corriendo valle abajo sin decir palabra alguna pero con la seguridad de que ella lo seguiría hasta el mismo infierno si el se lo pidiera. En efecto, así fue, ella apuro el paso detrás de el hasta que corrió junto a el, dando saltos y riendo sin abrir la boca mientras el le respondía con mordiscos cariñosos y juguetones empujones. Así fue como el la amó, como aman los solitarios casi como el brillo de las estrellas que ya se hacían visibles. Sin quererlo o quizás por el destino en aquel extraño lugar donde arden las estrellas nació eso a lo que llaman amor, eso que muchos conocen pero pocos tienen la valentía de explicar y menos aun están en lo correcto.
Así corrieron juntos, toda la tarde hasta que el destino los llevó al sauce donde el león había dormido la noche anterior, ahí el león imagino como pasarían noches y días juntos, imaginó la felicidad de romper con su tristeza y se imagino llenó de alegria corriendo y compartiendo su libertad junto a la leona. El león se acostó en el suelo y la leona sin decir nada se echó sobre el, el león sintió el calor felino de la leona y por fin tuvo tranquilidad antes de dormir, cerro los ojos lentamente tratando de disfrutar cada instante mientras miraba arder las estrellas justo enfrente de el, hasta que cayó rendido por el amor y por el sueño.
El león despertó muy entrada la noche cuando la luna llena brillaba preciosa enfrente de el, pensó en despertar a la leona para que lo escuchase rugir y para que viese como le contase a la luna la felicidad que había alcanzado desde que la conoció. Así que la miró y sólo pudo sorprenderse en silencio cuando vio en la leona la sonrisa de felicidad y entrega que tenia. La leona había muerto, había muerto de hambre al no comer en seis días mientra lo buscaba, pero eso el león no lo sabia y con la tristeza en la garganta rugió con todas sus fuerzas a la luna y fue tal la tristeza de aquel león que su llanto callo a los peces, los pájaros guardaron silencio y hasta los fríos lobos de la tierra sintieron respeto por el dolor de su vida.

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